Hay un pequeño rayo de sol que al rebotar en el edificio de enfrente se transforma en un gigante que atraviesa y parte en mil mis pupilas. Y no importa que la cordillera esté tan nevada y despejada, mostrando una añorada cara para esta ciudad. Y no importa que desde acá pueda ver hasta el más lejano y apartado rincón de la capital con sus edificios de todos los grises posibles. Y no importa que la gente se vea como hormigas alineadas marchando a sus labores e inadvirtiendo la realidad que les rodea. Y no importa que no esté solo en este piso, porque mientras más rodeado más solo puedo hallarme, y sin reproches. Y no importa que del otro lado no haya nadie, y no importa porque esta mañana es igual a la de un lunes, como cualquier otro que tu puedas imaginar. Pero con sol, y no importa que esté sobre mi espalda, pues de rebote me deja ciego igual.